sábado, 20 de octubre de 2007

Terra Australis o el lugar ideal

El primero en hablar de Terra Australis fue Aristóteles. Esta idea la extendió Ptolomeo, un cartógrafo griego en la primera centuria después de Cristo, quien creyó que el Océano Indico estaba encerrado en el sur por tierra. Cuando, durante el Renacimiento, Ptolomeo se transformó en la principal fuente de información para los cartógrafos europeos, esta masa de tierra comenzó a aparecer en los mapas. Aunque los viajes de descubrimiento a veces reducían el área hasta donde podía encontrarse el continente, los cartógrafos continuaron dibujándola en sus mapas y los científicos discutiendo su existencia con argumentos tales como que efectivamente debería haber una masa de tierra en el sur como contrapeso a las masas ya conocidas en el hemisferio norte. Por lo general, esta porción de tierra se la mostraba como un continente alrededor del Polo Sur, pero mucho más grande que la actual Antártida, extendiéndose más hacia el norte, en particular en la zona del Océano Pacífico. Nueva Zelanda, descubierta por Abel Tasman en 1642, se la consideró como parte de este continente al igual que África y Australia.

La idea de Terra Australis (siempre hay alguien dispuesto a pinchar globos) fue finalmente corregida por James Cook. En su primer viaje circunnavegó Nueva Zelanda, demostrando que no podía ser parte de un gran continente. En su segundo viaje circunnavegó la tierra a una latitud al sur más alta, cruzando en algunos lugares el Círculo Polar Antártico, demostrando que ningún continente con el tipo de clima como se había pensado con anterioridad podía existir en las frías áreas polares.

Y bueno, me dije, si Terra Australis no existe, por mi propio bien y por el bien de aquellos que deseen compartir la experiencia, tendré yo mismo que crearla... o recrearla.

Lo siguiente se lo dedico a James Cook in memorian

Sentí que Adelina, mientras observaba al Perla Roja cruzar en diagonal en busca de la ribera de enfrente, recordaba ese día en el Rama Negra, en el Tigre, y el día, mucho, pero mucho tiempo después, en que supo que allí, en el Tigre, el Rama Negra intentaba preservar un secreto, a medias. Adelina me lo contó cientos de veces cuando aquí veníamos a matar el tiempo y se quedaba contemplando a la distancia esas islas con sus casitas sobre pilotes. Era lo primero que le venía a la mente. Yo también me extasiaba mirando esa costa de enfrente como si fuera algo difícil de alcanzar y me preguntaba qué habría allá, como si allá fuera un lugar mágico, revelador. Siempre que aquí veníamos la pregunta, tarde o temprano, comenzaba a acosarme. Nunca se me ocurrió viajar hasta esa franja verde en el horizonte: el temor a la desilusión y a que mis sueños se hicieran pedazos siempre me mantuvo a salvo.

Extracto de “Exequias” del libro Terra Australis (2006)

1 comentario:

Gustavo Tisocco dijo...

Excelente texto Mario, es un placer real leerte.
Un abrazo Gus.